Vigésimo Noveno Plan Molar

Don Manubrio Ludibrio del Bodrio avizoraba la claraboya de alucinada geometría. En una mano, la escarapela del Partido Molar; en la otra, cálido y piloso, el testículo derecho. Esperaba así, arrecido por el frío, la señal convenida para llevar adelante su parte del Vigésimo Noveno Plan Molar . Y sabía lo mucho que esperaban de él los miembros del Consejo; especialmente la hermosa Gamma Glo. Vio brillar a través del cristal los dos chispazos azul eléctrico y supo que había llegado su momento: liberó su escroto, guardó en un bolsillo la escarapela y subió a saltos, de dos en dos, luego de tres en tres, los setenta y siete escalones que le separaban de la azotea del Palacio Francés.
Apoyó su pierna izquierda sobre el murete de piedra y atisbó la línea del horizonte. A lo lejos columbraba el cerro de Santa Águeda; más allá, ya no tan lejos de de la ciudad dormida: la presencia de lo innombrable, la vecindad del miedo, el sordo fragor de un ejército: un mar de alas de mosca y élitros de ortóptero.
Mientras preparaba lo necesario para descolgarse hasta la ventana del despacho de la Bestia Mulé, se entregó al libre vuelo del pensamiento creador. Apenas le dio tiempo a componer los primeros versos de una elegía en tercetos que evocaba con serena aflicción el mudo arrebato de autodestrucción en el que calladamente se había sumido Europa.

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A la hora convenida, el noble Manubrio se apresta a retorcerle el cuello al tiempo y el Vigésimo Noveno Plan Molar entra en su fase decisiva.

Lleva en lo más suyo, como estandartes al frente de su misión: las nalgas de Gamma Glo, su escultural muslamen.

Publicado originalmente el 30 de octubre de 2006 en lo que Molibdeno tenía en Blogspot. Era lunes.
La foto es 1972, de la oficina del aeropuerto de Jolliet (Illinois). La hizo George W. Gardner.